sábado, 3 de octubre de 2009

El Rincón de las leyendas

¿Te gustan las leyendas? ¿Conoces alguna leyenda de tu región? En este espacio me gustaría reunir una colección de leyendas de la región Huauchinango. Si conoces alguna, te invito a que la envies para publicarla (No olvides agregar tu nombre, grado y grupo).

Para iniciar nuestra colección de leyendas, voy a compartir contigo dos leyendas que me contaron y que las escribí para que no se me olviden.

Hace más de un año, mientras estaba formada para realizar un trámite, platiqué con el maestro Teodosio Solís Llaven a quien no veía hacía tiempo. Le pregunté dónde estaba trabajando y me dijo que en un lugar que se llama La Lagunilla. Cuando le pregunté por qué se llama así, si hay una laguna, él me contó la siguiente leyenda:


Las ranas de la laguna
Cuentan que en un lugar llamado “La laguna” vivieron hace mucho tiempo dos jóvenes enamorados que no podían casarse porque los padres de la muchacha no aceptaban al novio. Ella era hija de un hombre muy rico, el cacique del lugar y él, era un joven pobre, por lo que no lo aceptaban en la familia, sin embargo, ellos deseaban casarse y tener muchos hijos.
Un día, la joven decidió fugarse con su novio hacia un lugar lejano, donde no los encontraran, porque sabía que la vida del joven corría peligro.
Cuando el padre se dio cuenta que su hija se había ido con su novio, se enojó tanto que juró matar al joven. Para esto, organizó a todos sus empleados para que los buscaran.
_ ¡Si es necesario, utilicen las armas para que no se escape! ¡Lo quiero vivo o muerto!
Los jóvenes andaban huyendo entre el monte, no sabían a donde esconderse pues los buscaban con perros que olfateaban por donde pasaban.
La joven recordó que conocía a una anciana que vivía cerca de donde ahora hay una laguna en tiempos de lluvia y decidió pedirle ayuda. Llegaron corriendo a la casa de la señora, quien tenía fama de ser hechicera. Desesperada, la joven le pidió que los escondiera porque hombres armados los perseguían para matar al joven, su futuro esposo.
_ Por favor, ayúdenos, se lo suplico.
_ ¿Qué les pasa, por qué corren así?
_ ¡Mi padre nos anda buscando con hombres armados, quiere matar a mi futuro esposo! ¡Por favor ayúdenos a escondernos! ¡Los perros nos van a olfatear!
_ No temas, voy a hacer un hechizo para evitar que los encuentren y los separen.
_ ¿Un hechizo? ¿Cómo nos va a esconder con un hechizo?
_ Te aseguro que no les harán daño. Ustedes vivirán y tendrán muchos, muchos hijos y formarán una gran familia.
_ ¡Sí, sí, eso queremos! ¿Qué podemos hacer?
_ Sólo sigan mis indicaciones. Sólo tienen que caminar hacia allá. _ Dijo la mujer señalando la dirección.
_ ¿Y si nos encuentran?
_ No tengan miedo porque el hechizo funcionará a su debido tiempo.
Los jóvenes siguieron caminando, pero al llegar a donde ahora está la laguna, se sintieron acorralados, ya se oían cerca los perros y los gritos de los hombres, en unos segundos los encontrarían.
_ ¡Este es el fin!, ¡ya nos encontraron!
Los jóvenes pensaron que ahí se acababa todo, que no podrían escapar. Entonces… ¡El hechizo se llevó a cabo!
Cuando los hombres llegaron a donde estaban los jóvenes, guiados por el olfato de los perros, no encontraron a nadie, sólo había dos ranitas saltarinas en ese lugar.
_ ¡Perros tontos, sólo son dos ranas! _ Dijeron los hombres.
Los perros seguían ladrando a las ranitas pero los hombres no les dieron importancia y siguieron buscando a los jóvenes.
Los buscaron por mucho tiempo, por varios lugares pero nunca los encontraron, aunque nunca se explicaron por qué desaparecieron si ellos escucharon cerca sus voces.
Desde entonces, todos los habitantes de La Laguna recuerdan cada año esa fecha porque unos tres días antes de que empiecen las lluvias de junio, por la noche, se escucha un gran escándalo de ranas. Dice la gente del lugar que no dejan dormir con su canto, después, con las primeras lluvias se forma una gran laguna en la que viven felices cientos de ranas.
Profra. Agripina Mendoza Lemus 28 de febrero de 2008


Otra leyenda

En agosto de 2006 asistí como invitada a un evento que hubo en la población de Ixtololoya, Pantepec, Pue. Un hombre de edad avanzada contó en idioma Hñahñu a todos los presentes una historia que ha sido transmitida de padres a hijos en esos lugares. Después, su hijo Martín hizo la traducción en español. Yo decidí escribirla para que no se me olvidara, esta es la leyenda:


Fotografía de Ixtololoya, Pantepec, Pue. (El retrato del hombre es imagen de la Web)
La broma fatal
Hace muchos años, en un lugar cerca de aquí, vivía un matrimonio que llevaba una buena relación. Los dos se amaban y se cuidaban uno al otro. La esposa atendía el hogar con esmero, tratando de complacer a su esposo con la deliciosa comida que le preparaba. Por su parte, el hombre trabajaba diariamente para que en el hogar no faltara lo necesario y su mujer se sintiera satisfecha. Sin embargo, aunque no tenía ningún motivo para desconfiar, él no estaba seguro de su amor y se preguntaba si lo amaba sinceramente.
Un día, comentó sus dudas a sus cuatro peones y les pidió que lo ayudaran a fingir que estaba muerto para probar el amor de su esposa. Ellos aceptaron y escucharon su plan. El hombre fue al monte a buscar unas hierbas, las machacó y se untó el jugo de las plantas en todo el cuerpo para aparentar que estaba muerto. Después de algunos minutos se durmió y su cuerpo se puso tieso por el efecto de las hierbas.
Los peones lo llevaron a su casa y le dieron la noticia a la pobre mujer, quien al verlo inmóvil, creyó la mentira y enloqueció de dolor al ver a su esposo muerto. Desesperada, tomó una reata y salió corriendo hacia el monte. Ahí lanzó la reata a la rama más fuerte de un árbol, le hizo un nudo y apretó. Después, se subió al árbol, tomó el otro extremo, se lo ató al cuello y se dejó caer.
Cuando el hombre despertó del sueño que le provocaron las hierbas, se enteró de la terrible noticia y se sintió muy mal. La culpa lo atormentaba porque su amada esposa murió por la broma que él hizo.
Desde ese día, ya no volvió a ser el mismo. El remordimiento, la soledad y la tristeza no le permitían vivir tranquilo. Diariamente bebía una gran cantidad de alcohol para ahogar sus penas y tratar de olvidar. Así, durante mucho tiempo, vagó por calles y veredas, buscando inútilmente a su esposa muerta, llamándola y llorando su desgracia.
Una noche, cansado de tanto vagar por las calles, se sentó a llorar en un tronco de árbol, cerca del cruce de dos caminos. Lamentaba en voz alta su desgracia, pidiendo perdón a quien ya no lo escuchaba, hasta que un viejo búho que pasaba por ahí, escuchó sus lamentos, se le acercó y le preguntó que le pasaba.
El hombre le dijo que él era el causante de la muerte de su esposa y que estaba muy arrepentido.
_ ¿Cómo fue? _Preguntó con curiosidad el búho.
_ Tenía dudas del amor de mi esposa y me fingí muerto para probar su amor. Ella creyó que estaba muerto y se suicidó. Y ahora yo no sé que voy a hacer sin ella. Quisiera ir a buscarla a donde está pero sé que no se puede porque ella ya no está en este mundo.
_ Hay una manera.
_ ¿Cuál es? _ Preguntó esperanzado el hombre. _ ¡Por favor, dime como puedo llegar hasta ella!
_ Tendrías que comer un chocolate muy especial para poder llegar al mundo de los muertos.
_ ¡Dame ese chocolate, por favor! Yo haría cualquier cosa para estar otra vez con mi mujer para pedirle que me perdone por la broma que le hice.
_ Está bien, voltea tu cabeza hacia arriba, cierra los ojos y abre la boca para que yo te pueda dar el chocolate. No trates de mirar, porque si lo haces, no podrás ir a donde ella está.
El hombre cerró los ojos y abrió la boca esperando el chocolate. El búho voló sobre su cabeza y justo al pasar en dirección a su boca, dejó caer su excremento en la boca del hombre, quien lo masticó sin saber que era. Cuando terminó, el búho lo condujo al centro del cementerio, donde hay una cruz. Según la tradición de esa población, cuando alguna persona muere la llevan primero al centro y después hacia el lugar que le corresponde.
_ ¿Qué vamos a hacer aquí? _ Preguntó asombrado el hombre.
_ Quita la piedra que está atrás de la cruz. _ Dijo el búho. _ Ahí está oculto el camino que lleva hacia el mundo de los muertos.
El hombre quitó la piedra que cubría la entrada de un oscuro túnel, bajó por una estrecha escalera de piedra y caminó mucho hasta encontrar el lugar que le indicó el búho. Ahí todo era distinto a lo que hay en este mundo, pero él sólo quería encontrar a su esposa. Después de tanto buscar, por fin supo donde estaba, pero para su desgracia, ella ya estaba casada con otro hombre.
Cuando la encontró, ella estaba esperando a su nuevo esposo que aún no llegaba del trabajo. El hombre le dijo que estaba muy feliz de volver a verla y le pidió que regresara con él.
_ Todavía estoy muy molesta por la broma que me hiciste. _ Dijo la mujer. _Además, no puedo volver contigo porque estoy muerta y ya tengo otro esposo a quien no puedo abandonar.
Él le pidió perdón por el daño que le causó, le dijo que estaba muy arrepentido, que la amaba y que la extrañaba mucho. Trataba de convencerla para que regresara con él, pero justo en ese momento llegó su marido. Asustada le dijo que su nuevo esposo se iba a enojar si lo encontraba y le pidió que se escondiera en el tapanco, que es una especie de tarima o piso de madera que se pone sobre vigas en el techo de la casa. Ahí se escondió entre las herramientas y las semillas.
_ Aquí huele muy raro ¿Qué es lo que huele así? _ Dijo el marido al entrar a la casa.
_ No sé, yo no percibo ningún olor _ Contestó la mujer.
_Es algo que no corresponde a este mundo.
_ No sé de dónde viene ese olor.
El esposo vivo permaneció escondido dentro de la casa durante toda la noche porque no tuvo oportunidad de salir, pero cuando notó que el matrimonio dormía, se acercó a la mujer y la tomó de los brazos, pero al hacerlo sólo sintió sus fríos huesos.
Al día siguiente, la mujer le dijo que estaba muy adolorida porque la había tocado.
_ Me has lastimado con tus manos, no debiste tocarme. Ahora estoy muerta y no puedes tocarme porque me lastimas, mira las marcas que me has dejado en los brazos.
_ Pero yo quiero volver a estar contigo, no quiero que nos volvamos a separar.
_Yo no puedo volver, tú lo sabes.
_ Entonces déjame quedarme aquí contigo para siempre.
_ Si quieres estar aquí debes regresar a tu mundo, sólo así volverás.
_ Pero, ¿cómo podría regresar?
_ Eso lo sabrás a su debido tiempo.
_ Está bien, volveré si eso quieres.
El hombre regresó a este mundo, preguntándose cuándo y cómo iba a volver. Era una noche muy oscura y no se veía bien el camino. Iba caminando lentamente por la vereda que lleva a su casa, cuando de pronto, una víbora venenosa lo picó y le inyectó su veneno. En unos minutos, el hombre falleció. Al otro día, la gente del pueblo lo encontró muerto y lo sepultaron junto a los restos de su esposa. Así fue como el hombre por fin pudo reunirse con la mujer que tanto amó.

Profra. Agripina Mendoza Lemus
Estamos esperando tus leyendas para publicarlas aquí

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